Análisis SV: La vuelta de la Selección Argentina a la elite en el Grupo 1 de la Liga Mundial, en profundidad

by Solange Didiego
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El fin de semana marcó el final de la participación nacional en la Liga Mundial, sin boleto a las Finales en Polonia, pero con mucho para desmenuzar, en un año por demás importante para el voleibol argentino. Mientras el equipo continúa avanzando en la preparación para Río 2016, las conclusiones que dejaron los nueve partidos en el Grupo 1 de la competencia anual más importante de selecciones masculinas del planeta.

Antes que nada, nobleza obliga: el retorno de la Selección al primer nivel del torneo, al principio, generaba algunas dudas. Es que, desde que la Liga Mundial pasó en 2014 a este nuevo formato con tres estratos, Argentina cayó en el Grupo 2, teóricamente con equipos de un fuste similar, y allí militó en las dos ediciones previas. Esta reubicación (insistimos, en la previa) parecía motivada por una ampliación de equipos en los niveles más bajos y también habilitada por el detalle de no ser local, ya que el Grupo 1 reviste exigencias de las más altas a nivel organizativo.

Sin embargo, desde el primer partido, esta Selección se encargó de borrar esas dudas sobre su talla para el máximo nivel. Y lo hizo, inclusive, sin una carta fuerte como Facundo Conte, cuya permanencia en Argentina se decidió pensando en Río. Esta es la primera de las únicas dos referencias alsiete bravo de la Selección, ya que lo hecho por el plantel (con mucho valor joven y en crecimiento, además) reviste mérito por sí mismo.

De acuerdo al concepto de pirámide invertida, que se usa en periodismo para ordenar los conceptos del más al menos importante, habría que empezar por las tres victorias que cosechó la celeste y blanca. La más ruidosa fue la de Rusia: un 3-0 al último campeón olímpico, al que no se le ganaba desde 1990. Por el mismo marcador, Argentina despachó a una Serbia que llegaba intratable, mientras que también sucumbió Francia, el defensor del título, por 3-2.

Siempre con el ánimo de dimensionar todo como corresponde, estas líneas estarán a tono con algunas de las palabras de Julio Velasco post triunfo sobre Rusia: “Hay equipos más fuertes que nosotros, pero si no juegan al máximo podemos vencerlos, y debemos estar preparados para hacerlo”. Eso pasó con estos tres rivales y también se dio en algunas de las derrotas: ante Polonia, Italia y Estados Unidos, la Selección luchó de igual a igual, agazapada esperando esa clase de chances. No siempre con el máximo provecho de ellas, pero sí con la actitud correcta.

A resolver, en cambio, está lo sucedido ante Irán, más que nada porque será rival en la primera ronda de los Juegos y es uno de los equipos ante los que se puede planificar una victoria. Los dos encuentros (uno de ellos, justamente en Río)fueron derrota por 3-2, frente a un equipo asiático al que le faltaron piezas, pero que aparece claramente evolucionado, primero de la mano de Velasco y ahora con otro argentino, Raúl Lozano, en el timón.

El plantel respondió en gran manera a la exigencia del Grupo 1. Jugadores como Alexis González, Luciano De Cecco, Sebastián Solé y Nicolás Bruno mostraron madurez y regularidad en todos los juegos, con puntos muy altos (Alexis, por ejemplo, fue sobrenatural ante Rusia) de a ratos, y en el mismo rubro cae tranquilamenteDemián González, probablemente en el mejor momento de su carrera deportiva y con Río a la vista. Pablo Crer y Martín Ramos rotaron un poco más por el centro, pero también hicieron aportes claves a lo largo de los partidos.

La mayor incógnita, en cuanto a la confección del plantel, pasaba y pasa todavía por el rol del opuesto, historia que engloba a otros tres nombres que, también, disfrutaron situaciones consagratorias a lo largo de esta aventura de tres semanas. Se trata de Bruno Lima (con un debut tremendo ante Estados Unidos), Cristian Poglajen (figura contra Rusia, nada menos) y Ezequiel Palacios (explotó en la segunda mitad del fixture). El juvenil sanjuanino fue el único que actuó cien por ciento como opuesto, reemplazado por Palacios en ocasiones, pero el formoseño terminó de punta en el cierre ante Irán, justamente en lugar de un Poglajen que jugó toda la Liga Mundial de receptor.

Queda claro, entonces, que las tres piezas de este rompecabezas cuentan con la capacidad, la versatilidad y la predisposición suficientepara ocupar cualquiera de esos roles en el equipo, lo que por un lado es positivo y, a la vez, es uno de esos “lindos problemas” que los entrenadores suelen tener, el de elegir cuál de ellos estará en cada momento. Esto,también, agregando a Conte (he aquí la segunda referencia) a la ecuación en Río, tanto desde su lugar natural de punta como desde su alternativa de opuesto, la cual Velasco ya anticipó que es posible.

En términos de rendimiento, tanto colectivo como individual, como de resultados, la Liga Mundial aparece entonces como positiva por demás. Por el reposicionamiento de Argentina en la elite, por el éxito como banco de pruebas para los Juegos Olímpicos y, también, como disparador para la ilusión olímpica. Esa que cada cuatro años renace y que, a un mes del torneo, cuesta contener.

Sergio López
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