Club General Belgrano de Don Torcuato: Los sueños se construyen en familia

by Rocio Garcia
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“En resumidas cuentas, somos casi todos parientes” dice Edgardo Corvalán, coordinador, jugador, entrenador y dirigente, todo ello durante los últimos 30 años en General Belgrano de Don Torcuato, un club de barrio de zona norte que tiene una historia para contar, unida al vóley.

Más allá de la precisión del dato, Corvalán cuenta que en 1987 arrancó el vóley en Belgrano, con formatos mixtos para los campeonatos barriales, que hoy ya no se disputan pero que el club supo ganar.

La primera participación oficial de Belgrano fue en 1989, en AVGS, hoy AVA, con títulos en masculino y femenino. Desde entonces, y por muchos años, las finales fueron muchas, pero los títulos se negaban. En el ámbito federado, el rey no lucía el trono del mundo amateur.

Pero desde 2013, dos años después de federarse en la rama masculina y uno después de presentar inferiores, comenzaron a llegar los títulos, de la mano de los hijos de las primeras generaciones del equipo.

En el 2014, la revolución llegó en pantalones cortos. Javier Weber, entrenador de la Selección y de Bolívar, fue a jugar un picado que, como debe ser, se complementó con un asado en familia. La familia de Belgrano. “Fuimos a jugar invitados por un amigo, Javier Titiro, que trabaja en Sodimac, y donamos materiales para arreglar un vestuario. Impresionante club de barrio porque es de vóley y porque traspasan de generación en generación la pasión. Jugamos con todas las categorías y comimos un gran asado que además pude compartir con mi hijo Martín”, recuerda Weber.

Más de 100 personas rondaron un día inolvidable con entrenamientos, juegos e historias que traspasaron a varias generaciones.

El ascenso fue constante. En 2015, Belgrano ganó su primera Copa de Oro en Abiertos, en categoría Sub 14, mientras que en mayores pelearon el ascenso. En 2016, confirmó la plaza en Segunda División de la Federación Metropolitana. Las chicas consiguieron el segundo puesto en Copa de Bronce del torneo Nacional de Esperanza, en Santa Fe.

Pero como olla a presión, forzada por el fuego del trabajo de varios años, llegó la explosión: Medallas en tres Abiertos, título en el Abierto Sub 19 de San Carlos (Santa Fe), subcampeonato Sub 23 en Gimnasia de Santa Fe y, como corolario, ascenso a Primera División de la FMV.

El movimiento de Belgrano contiene a más de 100 personas practicando vóley en la sociedad de fomento en una cancha que, lentamente, va quedando pequeña.

Claro, esas ambiciones chocan contra las medidas de un espacio que necesita obras para ponerse a tiro con el crecimiento. “Belgrano es un proyecto consolidado que quiere crecer, y ya no nos alcanza el espacio y el tiempo de entrenamiento que tenemos, pensando en la alta competencia”, dice Corvalán, quien algún día ironizó con el entrenador de un club con más recursos: “Nuestro club entra en tu vestuario”.

Allí la nueva meta de Belgrano, que necesita de ayudas compartidas… Las obras que le permitan agrandar la ilusión.

Hoy, el club Belgrano tiene como bandera un sueño: “En realidad, la ilusión que tenemos es agrandar la cancha y poder jugar todos en Belgrano, ser locales de verdad, y como corolario de esto algún día jugar una Liga A2”, representando a Don Torcuato y a Tigre en una zona de influencia que los enfrenta a clubes como Tortuguitas, Bella Vista, San Miguel, Muñiz, EIMM, El Porvenir, IJCP y Leloir.

El linaje de Belgrano lo tiene a Edgardo como entrenador masculino y a su esposa Cecilia como entrenadora del equipo femenino. El papá de “Ceci” fue, alguna vez, vicepresidente del club.

¿Será casualidad que sus tres hijos varones (Gustavo, Lucas y Cristian), luego de la etapa de inferiores, estén actualmente juntos en la Primera? Seguro que no. Tampoco que Candela, la única mujer de esa descendencia, juegue en Tortuguitas.

Pero las conexiones siguen. Facundo (punta en Primera) y Felipe, capitán Sub 13, son hermanos. Papá (Juan Carlos), mamá y hermana, jugaron en el club. Y un detalle no menos importante: Juan Carlos es hermano de Cecilia. Sí, la entrenadora del equipo femenino y también esposa de Edgardo.

¿Matrimonios? Y algo más. Con cinta, el capitán de Tercera, Pablo, esposo de la capitana de la Cuarta, “Sole”, ambos padres de Fede y Nacho, jugadores de Sub 17. Mathías, de la Primera, está casado con Daniela, de la cuarta, en una pareja de centrales que hablan el mismo idioma. Ella, además, es hermana de Pablo, el capitán de Tercera.

En tercera, Jokin juega de central, y casi siempre va a la cancha con sus hijos Danel y Naomi, jugadores Sub 17 y Sub 13. Mamá Claudia también es jugadora.

En Belgrano, los veteranos son experimentados. Como Carlos, futuro presidente del club, quien tuvo a sus dos hermanos jugando. O como el “Japo” y “Cuki”, que tienen la experiencia de jugar siendo hermanos. El hijo del “Japo” juega en Sub 13 y se llama Facundo, que es primo de Nico y Julieta, que juegan en el club. Los “veteranos” Leo y Lore son los papás de Valentín, también en inferiores. Vero, “experimentada”, tiene a su hijo Juan Cruz en Sub 13. Ale, también “experimentado” es papá de Malena, Aby y Nanu -todos jugadores del club-, como también esposo de Paola, ex jugadora. Y primo de Edgardo Corvalán, como para cerrar algún círculo.

Tomás, central de Primera, quedó solo cuando su hermano Cristian dejó el club hace 10 años. Igual que Agustín, capitán Sub 15 cuando dejaron de jugar Elías, “Seba” y Lucas, sus hermanos.

En Belgrano, algunas relaciones llevan más de 30 años. La emoción del legado es intransferible al nivel de los sentimientos. Los clubes forman personas, grupos, amistades, equipos, familias. Son el motor del deporte en la Argentina. Soportan realidades, renacen, resisten. Los clubes transfieren sentimientos, amores. Unos juegan, otros miran soñando que van a jugar. “Logramos formar jugadores y buena gente”, se emociona Corvalán. Una historia común en muchos clubes.

Lo que allí se cocina, tiene sabor para toda la vida. Esta gente se mezcla, gracias al club. Esta gente, loca gente, vacaciona en manada para seguir con ese espíritu gregario que sólo entiende quien disfruta.

“Belgrano nos dio eso, amistad y trabajo para poder crecer, la actualidad es consecuencia de nuestra historia, somos un club chico en instalaciones pero con ganas de crecer y ser mejor”, dice Corvalán con orgullo. En definitiva, el orgullo trasciende el gimnasio, pequeño gimnasio ya incapaz de albergar tanto amor por el vóley.

Martín De Rose

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