Fabián Leguizamón: Un golpe que no detuvo la vocación de jugar y aprender

by Solange Didiego
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El mendocino Fabián Leguizamón comenzó a jugar al vóley a los 11 años en el Gimnasio Municipal y allí estuvo hasta que cumplió su sueño en el club del que es fanático, el Club General San Martin.

La Escuela Militar en Ezeiza, donde continuó sus estudios en la Fuerza Aérea, frenó su actividad por dos años, pero logró volver y seguir jugando: participó de la Liga A2 y viajó a Chile, donde también incursionó en el beach volley. Lo increíble, para muchos, es que habiendo jugado fútbol en buen nivel, incluso en Primera, el amor al vóley fue más fuerte.

“Tenía una linda vida, mi casa, mi hija… Volaba mucho por todo el país con la Fuerza Aérea”, resume y recuerda. Hasta que un día… “Yendo en moto al aeropuerto, donde me habían citado luego de trabajar toda la noche anterior, muy cansado, los reflejos me fallaron en la ruta y choqué”. Doble fractura expuesta de fémur, de tibia y peroné, 22 días en coma y dos meses en terapia.

“La peleé con mi pierna, con tutores externos y con todo lo que la pude pelear. Hasta que en el 2011 después de 17 operaciones, me amputaron. Cambió mi vida, me seguí desarrollando como coordinador deportivo en mi club y se terminó toda mi vida en cancha”, recuerda Fabián, quien a su tiempo se había preparado en cursos de entrenador y educación física.

A nivel institucional llegó a ser Vicepresidente de la Federación Mendocina de Voleibol. En un viaje a Buenos Aires, presenciando el Monster Block, programa de iniciación creado por José Fotia y Horacio Gómez, fue justamente el “Choli” Gómez quien se le acercó y le lanzó la pregunta que cambiaría nuevamente su realidad: “¿Te animás a jugar al vóley?”

Conocían su caso. La segunda charla la tuvo con Laura Cometto, Coordinadora y motor de la especialidad en el país.

“Es un viaje de ida”. Eso fue para él “volver a jugar”.

Ahora sueña, nuevamente sueña: “Quiero ponerme la celeste y blanca y tratar de transmitir lo que es el sitting volley a quien pueda y necesite. Incluso desde la clínica me llaman para dar charlas con futuros amputados”, impacta con sus dichos.  

“Agradecimiento” es su palabra. Por la nueva gente de su vida, por sus compañeros, Laura, los entrenadores Mariano Montivero y Marcelo Gigante.

Ahora disfruta y sigue. “Como Vicepresidente de la Federación Mendocina quiero desarrollarme en el rol dirigencial. Extraño seguir formando jugadores como entrenador, pero cerré esa etapa. El sitting me abrió las puertas para estar con mis compañeros, jugar sentados,  jugar al vóley tratando de dar lo mejor para que este deporte crezca”.

Es abuelo, y con su prótesis pudo enseñar a caminar a su nieta. No lo pudo hacer con su hija cuando cumplió los 15 años porque “andaba con tutor y con muletas, antes de ser amputado”. La vida le dio una nueva oportunidad, también allí.

Martín De Rose
@donderrouse

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