Abigail Chaves, una infiltrada del vóley en el fútbol grande de la Argentina

by Sergio Lopez
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La lista de anécdotas, historias y deseos relacionados con jugar en la Bombonera, el estadio de fútbol de Boca Juniors, es interminable. Este fin de semana será el turno de sumar a un grupo de mujeres que, después de mucho esfuerzo y lucha, podrá cumplir su sueño de patear la pelota allí. Son las Gladiadoras, el equipo femenino del Xeneize que jugará ante Lanús en la previa del partido masculino Boca-San Lorenzo. Ahora bien, ¿por qué se habla de ellas en Somos Vóley? Porque allí estará Abigail Chaves, una suerte de “doble agente” entre ambos deportes.

Chaves tiene 21 años, es la sexta de diez hermanos y hace cuatro que integra el plantel de fútbol de Boca, como una de las arqueras junto a la titular Elisabeth Minnig. También, desde los 12 años juega al vóley, primero en clubes de su zona y luego, a partir de Sub 16 hasta el día de hoy, en Pinocho. Esta dualidad ya salta a la vista en las líneas con las que se describe en redes sociales: “Jugadora de Voley Pinocho. Arquera Fútbol Femenino, Boca Juniors y Selección Argentina”. He aquí entonces otra forma de presentar a esta historia, como un triángulo amoroso: ella y los dos deportes entre los que reparte su pasión.

Con la 17, en el plantel de mayores de Pinocho de la temporada 2018

Sin ánimos de comparar sus amores, el vóley fue el primero de los dos que practicó en un club. Fue un poco casualidad y otro poco causalidad, porque el fútbol estuvo desde siempre en su vida, pero en la calle, en el potrero. Sin la venia familiar para jugarlo (la historia ya llegará a ese punto), Abigail primero hizo atletismo en La Calandria, una sociedad de fomento en Villa Adelina, hasta que una situación externa cambió todo. “Me gustaba mucho, pero el atletismo se practicaba en un predio externo que en un momento lo vendieron. Como mi mamá no nos podía llevar a otro lugar, con mi hermana buscamos algo en el club y vóley era lo único que quedaba para mujeres una vez que sacaron atletismo. Fuimos a probar, ella dejó a los dos meses y yo seguí”, arranca.

Tras un par de años en La Calandria jugando con chicas más grandes, pasó a Progreso Santa Rita, otra institución cercana (en Boulogne) con la cual compartía micro los días de partido, los sábados a la mañana. Fue un paso adelante hacia un club más armado, hasta que, en su último año de Sub 16 y por recomendación de su profe, se probó en Pinocho y quedó. “En los dos primeros años me metía a hacer todos los triples turnos que me dejaran”, recuerda entre risas quien hoy juega de opuesta y pronto admite: “Mi pasión fue siempre el fútbol, con vóley nunca me había imaginado. A mí desde siempre me dabas una pelota y era para patearla.”

Tan así era que en un momento de su infancia hubo intervención de su madre Rosa, según cuenta, todavía risueña: “Siempre jugaba a la pelota en la calle con mis amigos, pero mamá me decía ‘es un deporte de chicos, sos una nena y estás entrando a la adolescencia, tenés que dejar de hacer eso’. Le hice caso… Por tres meses. Me empecé a escapar para seguir jugando a escondidas, a la vuelta de mi casa, y cuando ella aparecía, yo hacía que estaba sentada mirando a mis amigos. Fue así hasta que se tuvo que resignar”. Por eso a nivel club la atrapó el vóley y no el fútbol, porque a pesar de las escapadas, a mamá Rosa se la escucha: “Es todo para mí, está allá arriba. Es la que me inculcó que siempre hay que ir por todo; yo nunca voy por la mitad en lo que hago y eso viene de ella. Es muy luchadora.”

“Mi pasión fue siempre el fútbol, con vóley nunca me había imaginado”, admite

La puerta que se le abrió al fútbol grande llegó tiempo después, ya en su era de Pinocho. Fue en el verano de 2015, en una colonia en la que Chaves, como preceptora de colegio, forma parte del staff que trabaja con los nenes. “Estaba jugando al fútbol como si nada y el marido de mi jefa me vio. Me dijo de ir a probarme a Boca, ya que tenía contactos ahí”, recapitula. La prueba se concretó para el día siguiente, las preparaciones se hicieron a las corridas y ella, acompañada por su descubridor Jorge Giordo, gustó de entrada. Firmó, llevó los papeles y volvió a enfrentar a mamá Rosa con un “fui a hacer una prueba” cargado de timidez. La respuesta fue una sorpresa: “Cuando supo que era de fútbol, me dijo que como estaba por cumplir los 18, ya podía hacer lo que quisiera. ‘Si es lo que te gusta, hacelo’. Me quedé helada.”

Existe otra anécdota de aquel ingreso a Boca: la posición. “No sé por qué me probé como arquera. Me vieron con altura y con reflejos del vóley, entonces me lo propusieron y acepté, pero nunca había atajado. Siempre quería escaparle al arco, la verdad. Pero quedé, así que empecé a ver qué onda y le fui tomando el gusto”, dice, como primera parte de una doble confesión. Es que Abi tenía además una deuda que quería cumplir: “El día de la prueba me agarró el miedo, pero sentí que tenía que hacerla por mis hermanos, principalmente por mi hermano mayor, Cristian, que fue el que más me apoyó con vóley. En una época, mi mamá ya no podía pagar Pinocho y fue él quien se hizo cargo de todo si yo terminaba el secundario sin llevarme nada. Pagar el club, ropa, zapatillas, todo. Y es fanático de Boca, así que quería devolverle eso. Es más, lo primero que hice cuando llegué a Boca fue encontrar a los jugadores y que firmaran la remera para dársela a él.”

En Boca juega de arquera, en Pinocho ocupa el rol de opuesta

Así empezó esta doble vida de vóley y fútbol, que trajo aparejada cierta superposición en momentos desafiantes para ella. Uno de ellos llegó pronto, en la segunda mitad de ese mismo 2015, con la clasificación de Pinocho a la Copa Argentina Sub 18 y su convocatoria a la Selección Argentina Femenina. Obviamente, porque en la vida siempre pasan estas cosas, la competencia en Chapadmalal coincidió en su día final con el inicio de un viaje a Santa Fe con la celeste y blanca. “Fui a la Copa y me volví un día antes llorando”, cuenta. “No sólo no quería irme, tenía miedo de que mi entrenador y mis compañeras no lo entendieran. Pero hasta mi profe (Marcos Ilacqua) se puso a llorar por mí y me dijo que era una experiencia única e increíble, que no me la podía perder.”

No obstante, así como hubo puntos de divergencia, en muchos otros Chaves consigue complementar ambas actividades. “Con la adrenalina que me da el vóley, me siento completa. Tenemos además un grupo hermoso en el club, que no lo cambio por nada, muy humano y muy unido. Pinocho para mí es palabra mayor, es el lugar que más me enseñó el vóley, y a Boca le tomé muchísimo aprecio. Me pongo la camiseta y la defiendo a morir”, asegura y además analiza: “Me pasa muchas veces en vóley que me tiro como arquera, y me pasa en el fútbol que siento que los reflejos que te da el vóley no se comparan con nada.”

“Pinocho para mí es palabra mayor”, asegura Chaves

Hoy, el fútbol gana terreno en el día a día, por este evento inolvidable que se aproxima. Reconoce Abigail: “El fútbol me dio cosas que jamás me hubiese imaginado”. Jugar en la Bombonera es sin dudas un hito, pero además representó al país a nivel sudamericano, le surgió la chance de emigrar a Estados Unidos para jugar al fútbol allí y estudiar una carrera universitaria (bajo la misma lógica que se da en el vóley), se convirtió en jugadora de una reconocida marca de indumentaria deportiva, convenio por el cual conoció a su actual representante Luis Loredo, y también consiguió el sponsoreo de un gel antiinflamatorio de renombre. Sobre el partido que se viene en el estadio azul y oro, se emociona: “Nosotras ya temblábamos cuando entramos a sacarnos fotos. Creo que no caímos todavía de lo que va a ser, de que al fin, después de tanto, vamos a jugar ahí. Lo estábamos buscando hace muchísimo tiempo.”

Y así y todo, con un mundo que se le abre gracias a la pelota número 5, Chaves todavía no concibe un mundo sin vóley. Palpita que “con Boca se viene lo lindo”, pero también se plantea en vóley “sacarse la espina del ascenso perdido en semifinales el año pasado”. Coquetea con el futsal, para aplacar las ganas de hacer goles, mantiene su trabajo de preceptora y evalúa qué carrera podría estudiar, pero tiene dos cosas incondicionales. “Hasta el día de hoy, si me preguntás qué quiero ser, no sé si puedo dejar alguno de los dos. Este año se dio que empecé la pretemporada de fútbol antes que la de vóley y sentía que me faltaba algo. Siento cosas cuando juego al fútbol y otras cuando hago vóley y me gustan las dos. Mientras pueda, seguiré haciendo ambas cosas.”

Sergio López
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