Carolina Costagrande: «Nunca me di realmente cuenta de lo que hice»

by Eugenia Candal
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Una vez, a Carolina Costagrande le pidieron que explicara su golpe más característico, el manos y afuera. ¿Cómo podía ser tan efectiva dejando caer tanto la pelota, algo que casi nadie hacía? Pese a que lo ejecutó millones de veces, no pudo explicarlo. Porque así como no se elige, el talento tampoco se explica. El ejemplo por sí sólo no revela nada superlativo, pero sí es un detalle que da cuenta de que fue distinta. Y quizás lo sea por mucho tiempo más aún ya retirada.

Fue ni más ni menos que la mejor jugadora de vóley femenino que nació por estos lares, en El Trébol, distante 160 kilómetros de Rosario. También fue para muchos la mejor jugadora de vóley del mundo. Pero quizás, por cómo se dio su carrera, esa valoración no haya hecho eco en Argentina. Fue una de las primeras jugadoras del país en irse al exterior al más alto nivel y fue emblema del seleccionado femenino que dio origen a Las Panteras. El destino quiso que otros la disfrutaran más.

Costagrande se consagró en Europa, alcanzó allí todo lo que soñó a nivel grupal e individual y se convirtió en una referente de la selección italiana, con la que brilló, especialmente en la Copa del Mundo de Japón 2011 y siendo olímpica en Londres 2012, entre tanto.

A dos años de su retiro, Carolina lleva por primera vez muchos meses en Argentina y en ese contexto le concedió un extenso mano a mano a Ovación en el que desandó muchos temas: su reacercamiento al vóley argentino desde un nuevo rol, los momentos más trascendentes de su carrera, los orígenes, el retiro, la profesionalización y el reconocimiento que, aunque haya pasado mucho tiempo, por fin parece ir llegando en su país. “Creo que nunca me di realmente cuenta de lo que hice, lo empiezo a ver ahora”, dijo la atacante receptora de 1,88 metro, quien reconoció “lo difícil que es llegar adonde llegué”.

¿Te acordás quién te regaló la primera pelota de vóley?
Sí, mi familia. Creo que la pedí para el día del niño, habré tenido 13 años. Ya jugaba y en el club Trebolense había dos opciones para chicas, tenis o vóley. A mí un amigo me invitó a vóley y fue el que me gustó.

¿Te estás acercando de nuevo al vóley argentino? En enero sorprendiste comentando el Preolímpico de Las Panteras y hoy estás muy cerca de las chicas como mánager.
Hay una vuelta mía a Argentina, primero por una cuestión familiar, de querer estar más tiempo cerca de mis afectos. Y después sí, sin dudas, habiendo sido mi vida el vóley hasta hace dos años, me empiezo a contactar otra vez con el vóley argentino.

¿Y qué se siente?
En realidad hace desde los 16 años que no paso 7 meses en mi pueblo, más o menos de cuando me fui. Digamos que al volver después de 22 años es todo distinto, pero al mismo tiempo es como si hubiese vuelto a recuperar la primera parte de mi vida y lo disfruto 200 veces más y le doy valor como nunca antes le había dado. Estoy más grande, más consciente y lo vivo de una manera que nunca imaginé.

¿Cómo es El Trébol con vos?
Me adora, la gente me quiere. Son supergenerosos conmigo, respetuosos, jamás me invaden en nada, pero porque ellos se quedaron con la Caro que se fue, esa que era antes de lo que hizo (risas). El trato es de igual a igual, muy cómodo para mí volver al pueblo.

¿La gente te pide fotos?
Algunos sí, pero por ahí quizás no sea el vecino que me vio crecer, sino el nieto del vecino al que le contaron historias o algunos que me vieron siendo adolescentes. A mí me encanta compartir con los chicos en el club, trato de estar ahí. Voy a hacer actividades y ellos me ven, a veces charlamos y a veces me piden fotos, las chicas de vóley sobre todo. Es hermoso ver cómo padres y abuelos, padres que son de mi edad, transmitieron a los chicos historias, porque ellos, la verdad, no me vieron jugar.

¿Cómo es seguir cerca del vóley desde afuera de una cancha?
Desde qué dejé de jugar estoy colaborando con mi agencia de representación de jugadoras (Sport Consultant Top Volley) y es lo que me gusta hacer. Comenté también el Preolímpico de Las Panteras porque fue algo que siempre me llamó la atención, la televisión, me gusta y es una forma de aportar. Muchos me dijeron que es lindo escuchar a alguien que comenta partes más específicas de juego, el relato del partido no me saldrá seguro pero si tengo que comentar la acción, porque lo viví tantas veces, puedo dar una opinión. Los chicos de DeporTV que me convocaron me facilitaron el trabajo, es algo que me encantaría seguir haciendo. Ir a los Juegos Olímpicos de Tokio y estar cerca de la selección sería una manera de seguir aportando. Conozco a las chicas, a algunas por amistad, a otras por trabajo, y me siento cerca de ellas.

Como estuviste mucho tiempo afuera y porque brillaste con otra camiseta hubo gente que no te consideró argentina. Sin embargo, cuando comentabas a Las Panteras se te escaparon frases en primera persona.
Es que por ahí en su momento yo transmití mal o no pude expresar todo lo que siente o lo que se vive y tiene que ser muy estratégico en lo que dice. Si enfrente tenés a alguien que no te entiende o aprovecha una palabra para sacar un título, una queda escrachada. Di notas en un momento de mi vida en el que estaba jugando y pertenecía a la selección italiana, la selección que me consagró. Si bien yo arranqué acá, me desarrollé acá y fue mi trampolín, terminé consagrándome y consiguiendo muchos de los que eran mis sueños con la selección italiana. Realmente tengo la vida dividida, 18 años en Argentina y 20 en Italia.

No significa que hayas dejado de tener sentimientos por Argentina.
¿Cómo hace una persona para no estar realmente dividida, sintiendo amor y respeto por los dos lugares? En aquel momento no tenía contacto con Argentina porque no podía volver, no jugaba más para la selección y mi familia me iba a ver más a Italia que lo que yo venía, siempre estaba de pasada, armando una valija. Ahora me voy dando cuenta de que esa era una forma de sobrevivir a la falta de raíz. A veces uno hace lo que se puede. Y en ese momento yo me expresé de esa manera con mucha euforia ya que con Italia acabábamos de obtener la Copa del Mundo de Japón y la clasificación olímpica. A mí con Argentina me tocó perder dos clasificaciones olímpicas.

La euforia era entendible, por fin se te estaba dando.
A nuestra generación (Argentina) le tocaba generalmente jugarse la clasificación olímpica con un Perú que era fortísimo. Brasil era inalcanzable. Siempre estuvimos ahí pero no la pudimos concretar. Por eso con más de 30 años para mí aquello era una consagración: ganar la copa, clasificar a Londres 2012 y que me eligieran como mejor jugadora del torneo, tres cosas muy fuertes. Ese día después de eso di esa entrevista que fue poco feliz con un corresponsal de un diario argentino que estaba en Japón y aprovechó todo lo que dije.

Dijiste aquella frase: «Me siento italiana».
Sí, que después volví a decir y hoy repito. No sé cómo explicarlo. Si bien por ahí la frase resonó feo nunca me sentí mal ni culpable. Me siento argentina e italiana a la vez y no tiene nada de malo. Siento por eso una riqueza interior enorme y un agradecimiento inmenso a la vida por haber podido vivir en tan poco tiempo dos culturas tan importantes. Porque nosotros, y sobre todo mi familia, venimos de italianos, o sea que no estamos hablando de diez generaciones, estamos hablando de bisabuelos que vinieron de Italia. O sea que lo que yo hice para allá ellos lo hicieron para acá.

¿Si así hubiese sido no pensás que tampoco tendrías que dar explicaciones?
Hay mucha gente de Argentina que ahorra dinero para ir a conocer sus orígenes, a mí me tocó por una pasión que era el vóley y me enamoré de Italia, igual que lo que puedo estar enamorada de Argentina. Así que no tengo nada que aclarar, pero está buena esta oportunidad porque por ahí es lindo poder contarlo de una manera mejor. ¿Cómo hacía para no sentirme italiana si había defendido los colores de Italia, llorado y gritado de alegría con las italianas que todavía son amigas? Era imposible, tendría que haber sido un robot. Y soy todo menos un robot, aunque la gente por ahí me idealice. El deportista viene idealizado pero somos como cualquiera, interiormente somos iguales, salvo porque a veces tenemos que manejar ciertas emociones porque tenemos que jugar, rendir o lo que sea.

Desde el año pasado se empezaron a ver más notas sobre vos en medios argentinos, ¿sentís que algunos están redescubriendo tu historia?
Puede ser, pero es muy lindo. También admito no ser una persona muy mediática, no está en mí ponerme bajo los reflectores. Traté de cuidar mi privacidad y soy de una generación de no redes sociales. O sea, cuando en mi generación empezaron las redes hubo quien las incorporó inmediatamente y quien como yo las incorpora en pequeñas dosis (risas).

¿Se perdió mucho de Carolina Costagrande por estos pagos?
Y sí, quizás muchas cosas mías se perdieron, sobre todo en Argentina, en Italia no. Tal vez de alguna manera se pueden volver a contar pero tampoco habría que exagerar ni volverse loca por eso. Reconozco que si bien el vóley está mucho más visibilizado que hace años, no es el fútbol y tal vez no sea tan fácil darle prensa a este deporte.

¿Qué le contarías vos a alguien que no te vio jugar?
Justamente mi problema es ese, que nunca me di realmente cuenta de lo que hice, lo empiezo a ver hora después de dos años que estoy afuera y lo empiezo a ver después de que empiezo a representar jugadoras. Veo a las chicas y me doy cuenta de lo difícil que es llegar adonde llegué. Como cuando te hablaba del talento, siento que eran naturales los pasos que daba, cómo se me iban dando las cosas, siempre con un gran esfuerzo pero fui obteniendo resultados. Mi papá siempre me decía «mirá para atrás lo que hacés» y yo no dimensioné. Lo demás no lo voy a decir yo, que lo digan otros.

Dejaste un legado porque jugadoras que hoy representás te habrán dicho que sos referente para ellas. Para muchos fuiste la mejor jugadora del mundo.
Sí, seguramente, pienso que el legado se transmite. Y sí, a veces me comparan diciendo que fui el Leo Messi del vóley, pero eso no me lo hagas decir a mí ni lo pongas porque me da vergüenza (risas). Una vez uno de los chicos de la Generación Dorada (Carlos Delfino) que me conoce de toda la vida me presentó ante el equipo argentino en Londres 2012. Les dijo: «Ella es como Manu (Ginóbili) pero en el vóley». Ni lo puedo decir, porque Manu es 800 veces más grande, o Luciana Aymar o Messi.

La comparación más cercana no sería justo con Luciana Aymar porque ella fue la indiscutida mejor del mundo en lo suyo. Y a vos te tocó serlo con menos marketing.
Nosotras fuimos la generación que fundó Las Panteras aunque a nivel selección no pudimos tener los resultados de Las Leonas. Hasta hoy es lo mismo. Ya hay dos clasificaciones olímpicas del vóley femenino argentino pero aún no se puede dar ese paso internacional importante. Falta mucho crecimiento y apoyo.

Pocos saben que tu generación pintaba muy bien, que ganó un Sudamericano histórico pero años después una debacle dirigencial llevó todo al retroceso.
Fue un Sudamericano de menores en una final contra Brasil y fue histórico. Ya en el 2002 quedamos sin federación y quedamos libres. Ahí fue mi decisión de darle prioridad a mi carrera profesional y de club en Italia. Con Argentina habíamos logrado la clasificación histórica también a un Mundial de mayores, en Alemania, que lo terminó ganando Italia, con muchas chicas que ya eran compañeras de club.

¿Cómo evaluás al vóley femenino argentino actual?
Las chicas tienen mayor competitividad que la que teníamos nosotras que lo hacíamos mucho en Sudamérica pero no salíamos más allá. Ahora Las Panteras juegan la Nations League, la Copa del Mundo, el torneo de Montreaux, participan de los Juegos Panamericanos, Copa Panamericana. A nivel sudamericano están bien, porque obtienen resultados pero a nivel mundial es necesario dar más pasos. Es un buen grupo, con una mentalidad distinta, con jugadoras que se están yendo a jugar a afuera y la idea es lo puedan volcar en la selección.

Después de clasificar a los Juegos Olímpicos 2020 las jugadoras hicieron un pedido de profesionalización de la disciplina. ¿Qué opinás?
Es un tema delicado y acá quiero que se interprete bien lo que pienso porque cualquier cosa que diga, aunque sea para aportar, se puede entender mal. Lo que creo, y después algunas de ellas lo aclararon, es que lo que piden es «emprolijar» la situación. Me parece que esa es la palabra adecuada, porque profesionalismo es muy fuerte y estamos hablando de algo que hoy en Argentina es imposible. De hecho el único país en el mundo que tiene profesionales es Francia. Imaginate que si acá hay dificultades para conseguir un sponsor y que los clubes les den ciertas condiciones de entrenamiento, de viaje o alojamiento o cancha, cómo un club va a poder pagar un sueldo con todos los aportes, en blanco, como un verdadero trabajo. Habría que tener cuidado con lo que se reclama porque después el reclamo corre riesgos de quedar en la nulidad total. Está bueno que las chicas se sientan con más fuerza porque han llegado resultados muy importantes como la segunda clasificación olímpica consecutiva, pero hay que tener cuidado para que no sea algo que no esté bien encuadrado. No se puede hablar de profesionalización, hay que reclamar pasos anteriores. Son cosas muy delicadas que hay que tenerlas claras para evitar críticas, porque hoy la mujer está intentando que se le reconozca la igualdad, que haya más respeto, pero hay que saber cómo pedirlo.

¿Qué pensás de esa lucha de las mujeres tan vigente en Argentina?
Algo parecido, es muy delicado el tema. El rol de la mujer está cambiando, se está ganando mucho pero no hay que caer en la exageración del reclamo. Estoy a favor de las peleas de las mujeres, pero sin extremos.

¿Cómo sobrellevás el retiro, un tema traumático para los deportistas de alto rendimiento?
Acá otra respuesta difícil. Cuando uno está dentro de esa vida piensa que nunca se va a terminar, pero ese día llega y hay que saber aceptarlo. La aceptación es fundamental para cualquier cosa, sino se corre el riesgo de los extremos. Ahí hay que usar el sentido común y darse cuenta cuándo es el momento. Ese es mi caso, cada persona actúa como puede, no juzgo. Tuve la suerte de aceptarlo, quizás en otros ámbitos de la vida hay cosas que me cuestan. Al proceso lo fui haciendo durante la carrera hasta el último día porque empecé a sentir indicios que me decían que no estaba más como antes y que tenía que cambiar.

¿Te costó mucho?
Soy una persona que sabe cambiar, me cuesta, tengo mi proceso, pero cuando tengo que cambiar, lo hago. Si me arriesgué a irme de mi casa a los 16 años a enfrentar 20 años afuera para jugar al vóley cómo no me voy a arriesgar a una etapa de mi vida diferente, no puedo seguir tironeando algo que ya llegó. Sí, ¿podría haber jugado un par de años más? Por eso admiro a quienes lo hacen, porque esos años más de seguir eran aceptar que no iba a ser la jugadora que quería, en el mismo nivel. Pude aceptar dejar en lugar de verme a otro nivel. La vida después es un duelo, hay que tomarlo como tal y cuanto más uno lo tapa en algún momento sale.

¿Qué aprendiste?
Que cuando llegás a un cierto nivel en el deporte, si bien es muy exigente y tiene mucha renuncia, a su vez es un ambiente muy protegido en donde todo está servido para que des el máximo. El día que salís tenés que aprender a hacer muchas cosas y eso nadie te lo avisa. Lo lindo y por lo que me encanta ese desafío es porque me siento como si tuviera 18 años y tuviera que salir de la casa de papá para ir a la universidad. Me hace sentir joven y me desafía increíblemente. Puedo captar la inmensidad del mundo. Cuando uno está dentro del vóley abre poco la cabeza a otras inquietudes o a otras pasiones. A veces por falta de tiempo o porque esto es tu pasión, no cultivás otras cosas. Cuando salís y empezás a ver el mundo, ¡wow! Una sabe que no es una nena pero te empezás a topar con lo lindo y lo feo.

De afuera la tuya parece una carrera de ensueño, ¿tal vez el desarraigo fue la peor parte?
Claro, el desarraigo. La parte afectiva y hablo en primera persona porque no sé a quién le pasa, fue la parte más dañada, más relegada. Por ahí tuve que tapar cosas para no sufrir, porque a los 16 años podés tener un sueño pero también querés a tus amigos, a tu familia. Esa parte la tuve que poner a un costado, es la más difícil. Lo demás se cubre y uno también se la va dibujando un poco porque tiene que vivir. Es la parte más dura y es la que vine a recuperar a Argentina. No puedo creer las emociones que estoy experimentando. Hoy puedo estar presente en situaciones que antes no podía porque tenía siempre la cabeza en que me tenía que ir o en que no me podía encariñar demasiado porque me tenía que ir.

Cuando le pegabas a las primeras pelotas, ¿pensaste que todo esto podía pasarte?

No pensaba, pero hubo quién pensó por mí. En ese momento mi primer entrenador en el club Trebolense, Mario Martínez, que me vio de chiquita, habló enseguida con mis papás y les explicó lo que él veía, que no es ni más ni menos que lo que sucedió. Imaginate, en Argentina no había un modelo a seguir y él los fue preparando, a ellos y a mí, me dijo que podía hacer esto y esto, aunque a los 8 ó 9 años no lo entendía. Lo fui viviendo, no pensaba demasiado.

Entonces se puede decir que el vóley te marcó desde el primer día.
Cuando empecé a ser adolescente era muy alta y en esa época, pese a que no se conocía lo que era el bullying existía y lo sufría. Así que encontré en el vóley un escape y un lugar en el que podía sentirme bien y que no me criticaran porque medía 1,80 a los 15 años. Y cuando empecé a viajar, a la selección sobre todo, en una selección en la que era la más bajita porque tenía 14 y estaba con las de 16, empecé a sentirme bien, a sentir que ese era mi mundo, mi refugio. Así que puedo decir que de alguna forma el vóley me salvó y me dio una verdadera identidad.

Tema: pandemia
La pandemia del coronavirus que sacude al mundo no le es indiferente a Costragrande, quien se ve afectada por algo muy concreto: reside en Italia, tiene su casa en Pesaro y no sabe cuándo podrá volver. «Vengo viviendo esta situación desde el arranque porque tengo primos en Hong Kong y fueron los primeros en estar en aislamiento y sabía directamente el día a día de cómo lo vivía China. Como todos, nadie esperaba que llegara hasta acá. Pero cuando el virus arrancó su pasaje por Europa con mi familia empezamos a entender que se venía para este lado». Su ciudad continúa siendo una de las más afectadas: «En Europa el golpe fue duro y está siendo incontrolable. Si bien esto agarró mucho el norte de Italia, Pesaro fue muy afectada porque en el medio hubo una manifestación deportiva que tuvo un flujo de 30 mil personas en tres días que venían de todos lados, ahí se terminó de contagiar toda la ciudad y la zona, Le Marche. Está toda la región en una situación terrible, muy triste. Me toca porque allá tengo gente que es como mi familia, de alguna manera tuve que abandonar mi casa y esperar acá hasta nuevo aviso», dijo.

Fuente: https://www.lacapital.com.ar/

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