En la piel escribió su historia y marcó su futuro el “Pampa”. En el izquierdo, el más débil, puede leerse: “La vida te sorprende, sé fuerte”. En el derecho, el más hábil, hay una fecha y un lugar, en árabe: “25/08/17 El Cairo – Egipto”.
“Llevo en la piel lo que me guía. Siempre que me pasa algo veo los tatuajes y sigo adelante”, contó el central de la Selección Argentina desde el calor de Colima, México, durante la participación del equipo en la Copa Panamericana que terminó con subcampeonato.
Todo tiene un sentido, claro. Primero la fecha, lo más feliz. Ese día, en ese lugar, se consagró campeón del mundo con la Selección Sub 23, el primer título mundial para Argentina en toda su historia. Y además fue capitán, quizás como ejemplo: “Significó muchísimo para mí. Camilo (Soto) me convocó y me tuve que poner las pilas después de algunos meses de inactividad y de pasar malos momentos. Él y Gonzalo (Barreiro) me eligieron capitán. Y fue justo 8 meses después del peor momento de mi vida que salimos campeones del mundo. Fue muy hermoso”, recordó el central de River Plate.
¿A qué se refiere con el peor momento? A la razón de su otro tatuaje, el del brazo débil. “La vida te sorprende, sé fuerte”. Se lo escribió para siempre después de haber atravesado 8 meses de inactividad por sospecha de dóping justamente en una Copa Panamericana.
“Fue todo muy feo, muy triste, se dio de una manera muy injusta; me comí meses de sanción injustificada, porque la verdad fue que comí carne contaminada. La lentitud con la que se manejó la Federación Internacional (FIVB) fue dura para mí, porque en ese tiempo perdí forma física y tuve muchos temores de otra sanción. Si me sancionaban, dejaba el vóley. Por suerte, los resultados fueron favorables a mi descargo”, relató el hombre nacido en Guatraché, La Pampa.
Dice que de no haber sido por papá Guillermo, por mamá Marcela, por sus hermanos Tobías e Iván y por sus tíos de Mendoza, abogados que lo guiaron en su descargo, hubiese sido más duro. “River Plate siempre estuvo conmigo porque me creyeron y me bancaron. En esos días se hablaron muchas cosas, muchas huevadas. Me afectó mucho porque muchos no me creían. Me sentí muy solo, quedé dolido y triste. Ahora espero que, ante una situación similar, un jugador o jugadora tenga las herramientas necesarias y el acompañamiento para enfrentarla”.
Fernández reconoce admirar desde chico al central de la nacional Sebastián Solé. Pero bien pudo haber admirado al “Chiquito” Romero, entre otros. Es que en su pueblo natal fue arquero del Club Atlético Pampero de Guatraché hasta los 15 años, cuando, a pesar de haber debutado en Primera División, el entrenador de base de entonces, Julián Álvarez, lo vio en una Selección pampeana y lo citó a una concentración en el CeNARD. Dos caminos por delante.
“Estaba confundido. En un pueblo hacés todos los deportes, pero ahora era el fútbol o el vóley. Lo tuve que trabajar con psicólogos para encaminar el objetivo. Estoy feliz con la decisión, aunque a veces pienso qué hubiese pasado. Pero el vóley es lo que amo, amo trabajar de esto”, admite. Si hubiese seguido jugando al fútbol, hoy no sería uno de los 12 jugadores campeones del mundo en Argentina. No es poco premio.
Ahora, cerca de sus 24 años, dice: “Cumplí varios sueños con el vóley en mi corta carrera (N de la R: Fue campeón del mundo 2017, Juegos Sudamericanos y Copa Panamericana 2018). Me faltaría disputar los Juegos Olímpicos. Me estoy preparando y entrenando todos los días para ser mejor y merecerlo”.
Gastón el “Pampa” Fernández sigue adelante. Entrena, juega, se supera, mientras avanza en el Profesorado de Educación Física en el Instituto Romero Brest. “Trato de promocionar mis materias para jugar la Liga tranquilo en verano, aunque por supuesto evaluaré propuestas cuando lleguen”.
Dejó atrás chances de probarse en el arco de Tigre y en el de Racing, y a los 17 decidió instalarse en Buenos Aires, para jugar en Ciudad: “Quería aprender y seguir mejorando, tenía que proyectar mi objetivo. Por suerte tuve el apoyo de mi familia.”.
Aquel chico formado en el Club Unidos del Sur Vóley de Santa Teresa, ese alumno del profesor David Kloberdanz (“el responsable de que haya jugado al vóley”), no duda de su balance. “Todo el camino que recorrés te enriquece”.