Hebraica, un equipo con historias y un regreso a Primera División

by Sergio Lopez
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Por ahí, a un costado, el entrenador Javier Farina dormía a una beba de meses. Ella, Sol, encontraba paz en brazos del entrenador del equipo femenino de Sociedad Hebraica, de la Segunda del Metro. Él, además de tener que conformar un equipo para ascender, hacía todo lo posible para que su armadora Valeria -Chasampi, la mamá de Sol-, pudiera entrenar y jugar sin problemas, más allá de algún stop obligado por la lactancia. Una historia particular en el marco de un gran logro, el de un equipo de mujeres con decenas de historias.

¿La misión? El retorno de Hebraica a la Primera División después de un par de temporadas complicadas. En la 2014 se salvó del descenso porque Glorias Argentinas bajó a Primera y obligó a Glorias B -que estaba en Primera- a caer a Segunda. En la 2015 sí perdió la categoría, junto a Pinocho y la UBA, luego de una Rueda Permanencia en la que sacó escasos 2 puntos en 14 partidos jugados, y que derivó en el Play Out que consumó el descenso.

Tan sólo un año después, o menos, Hebraica recuperó su lugar en Primera con un “campañón”, término futbolero si los hay. Y un “equipazo”, para completar la terminología. Jugó 25 partidos y tan sólo perdió uno… el primero. Una racha de 14 victorias en Clasificación y 10 (hasta ahora) en Ronda Campeonato por el ascenso. Sí, un total 24 partidos ganados consecutivos.

La campaña podría igualarse a la de Hacoaj en la rama masculina, en su tremendo ascenso de Primera a División de Honor (VER NOTA), que hilvanó 25 triunfos. Los dos ascendieron a cuatro fechas del final.

“Para nosotros este año terminamos invictas, porque ese partido partido inicial que perdimos en realidad no lo pudimos jugar”, asegura la armadora y símbolo del equipo, Valeria Chasampi, en su vuelta a los grandes desafíos. Ya contaremos qué pasó.

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Farina asumió en diciembre con un equipo diezmado y descendido. Su primer contacto fue con Chasampi, hoy mamá de Sol de 11 meses, ayer campeona metropolitana con GEBA y Boca, ex Superliga de España, con quien no se conocían. Ella llegaba de la reciente maternidad con cesárea. Entonces comenzaron a delinear un equipo que, allá por febrero, entrenaba con casi 30 jugadoras de afuera del club. Quedaron 15… “Un plantel competitivo e interesante”, según Farina. Sólo restaba el respaldo del club: “Ese apoyo fue fundamental”, cuenta el DT, “especialmente el del Secretario de vóley Carlos Jarast y el del responsable del Departamento de Educación Física, Alberto Kaplan”.

La idea, por más que el plantel se juntara dos días (uno para entrenar, otro para jugar), era asumir el proyecto con la mayor responsabilidad posible. “Junto a Javier (Farina) empezamos a buscar jugadoras para este objetivo. Y, después de armarlo rápidamente, el equipo entendió que cada una tenía un rol dentro y fuera. Nos propusimos trabajar mucho, porque había jugadoras conocidas pero una de cada club, y ahí tengo que darle la derecha al entrenador que supo cómo hablar y sacar lo mejor de cada una”, asume Chasampi.

¿Quiénes son “cada una”? Soledad Guggisberg, Leticia Cecchini, Candela Fingeret, Carolina Aulicino, María “Chuza” Michettoni, Estefanía Ibarra, Eugenia Baccarelli, Guadalupe Álvarez, Julieta Gailus, Katia Jarast, Lorena Carrizo, Marina Chiotakis, Michelle Fingeret, Jesica Neisen. Madres, ex División de Honor, jugadoras +30, procedencias varias. Todas en el mismo barco. La pasión como timón. El vóley como forma de vida. ¿Cómo no vamos a contar esta historia?

Justamente una reunión, allá por febrero, sirvió para amalgamar sueños e intenciones. Allí, todas plantearon un objetivo y comprometieron todo aquello que tenían para darle al equipo. Todas contaron sus frustraciones, sus sueños, algunas los motivos de su vuelta al vóley, muchas las cuestiones de su “vida real”. Incluso, alguna apostó por agitar los egos. Todas salieron fortalecidas.

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¿Y arrancó todo bien? No. Primer partido, perdido. ¿Resultado? No, no se jugó. ¿Cómo? El árbitro no pudo ingresar en el club y entonces el local perdió los puntos. Pero desde entonces el equipo encadenó las dos docenas de victorias consecutivas.

Chasampi, quien supo jugar en la Liga de Bolivia, define al equipo desde su rol de conductora: “Un equipo con mucho temperamento y unión para cada pelota. Cada acción es fundamental. Un grupo muy sólido y convencido”.

“Un equipo largo”, sintetiza Farina, “con 15 jugadoras disponibles. Pero, sobre todo, un equipo con mujeres que aman profundamente el vóley, que entrenan disfrutando, que juegan con garra, que resuelven situaciones. Un equipo que, gracias a su pasión por el deporte, me permitió disfrutar con motivación cada entrenamiento hasta llegar al objetivo final”. Casi nada.

Quizás la zurda Michetoni, la “Chuza”, pueda ser un resumen de ese equipo crocante, picante, salado, fuerte, agresivo, ganador. Pero claro, cada una, en cada rubro, supo construir un puente sólido para cruzar al objetivo, al otro lado, a la Primera División.

Este viernes, desde las 21.30 ante PAC, además de jugar por el 1° puesto, llegará el festejo de las campeonas… en casa de las campeonas. Claro, el partido del ascenso ante Argentino de Castelar “B” tuvo festejo a domicilio, de prestado, pero allí el propio entrenador terminó limpiando el piso para no resultar una mala visita. Ahora se prevé espuma, bandera y vincha.

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Concluye Chasampi: “Tengo que agradecer a Javier y a mis compañeras. Javier apostó por mí a esta edad, con el compromiso de tener que recuperarme físicamente durante el torneo. Arranqué a los tres meses de nacida mi hija. Una locura. Y las jugadoras también me ayudaron un montón, no hubiese sido posible sin este plantel no sólo en la cancha, jugando al más alto nivel, sino afuera, cuidando a mis hijos, formando una especie de familia”.

¿Y ahora? ¿Alguien dijo doble ascenso? “Eso no se dice”, advierte el entrenador.

Martín De Rose
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