La historia de Los Pacini, padre e hijo, enfrentados en una final en Rosario

by Martín De Rose
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Atalaya y Rowing fueron los escenarios de las finales de la Liga Rosarina A3 entre ambos clubes. Se habían enfrentado en el Final Four, luego de dos victorias de cada uno, y Atalaya se había quedado con el triunfo. Ahora se enfrentaban, luego del ascenso de ambos (Atalaya por campeón, Rowing por Repechaje) en la definición del título. Hasta allí ninguna novedad, sólo datos deportivos. Pero había un detalle: En Atalaya el entrenador es Sergio “Checho” Pacini, y en Rowing Matías Pacini, su hijo.

Nada más y nada menos que una “Final Unificación” entre ambos. Y un abrazo. Y una frase: “Siento mucho orgullo y felicidad de estar acá”.

Ascendieron los dos, objetivo cumplido. Pero el vóley les regalaría una oportunidad única: Definir al campeón. Dos partidos que ganó Atalaya 3-0 de local y de visitante. Salió campeón el “Checho”, papá, fundador del vóley de club a principios de los 90. Y esta vez a Matías le tocó pagar el asado.

“Mi satisfacción está en el hecho mismo de jugar una final con él, una caricia al cuore nunca está de más. Fue como cerrar de la mejor manera la temporada, por lo menos para mí. El vóley, y jugar ese partido… Claramente de los momentos más lindos que pase en mi vida. Voy a recordarlo siempre, en especial los saludos iniciales y los abrazos finales que tuvieron palabras de Matías que me hicieron muy feliz”, cuenta emocionado el “Checho”.

Papá «Checho», de Atalaya, se quedó con el duelo familiar

“Matute” fue haciendo su elección por contagio, mientras crecía. “Anduvo por todos los clubes por donde yo enseñaba y todas nuestras amistades eran del vóley, porque mi juventud tiene que ver con el deporte, con mi barrio y mis amigos, todo creció en Tablada y la Biblioteca Vigil”, recuerda papá Sergio.

Matías viaja en el tiempo: “En 1999 inicié como ayudante en Atalaya. Se llamaba ‘Monitor’, todavía tengo el papelito guardado con la nota que papá le hizo a la Comisión Directiva para solicitar mi ingreso”. Ese papel ahora es un cuadro, según cuenta Sergio.

Matías arrancó en Mini, iniciación al vóley, luego llegó a las categorías federadas. Entonces hizo una carrera, dirigió Selección de Rosario, luego la de Santa Fe, y con Oscar Romano y Guillermo Cáceres trabajó en las selecciones de base de Argentina. Luego de algunos años comenzó a trabajar en Rowing.

Todo sucedió porque alguna vez papá recurrió al hijo. Porque la vida avanza y complementa. “Mi preocupación fue siempre agregarle algo más de ciencia a mis conocimientos empíricos, entonces recurrí a Matías que cursaba el Instituto y ya tenía título de DT para que armara la Escuelita de Minivóley y el pre infantil”, recuerda Checho.

Hace un año, nada más que un año, papá le ofreció a Matías volver a arrancar con la Primera de Atalaya, que sería el mismo grupo con el que arranqué en 1999. “Empezamos juntos. Él como DT y yo como asistente. Pero al mismo tiempo yo estaba en Rowing”, y así llegaron a este capítulo con un título en juego, y con una historia que recorrió la cancha.

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