Lo que dejó el Mundial 2018 para la Selección Argentina: el análisis y balance

by Eugenia Candal
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El Mundial 2018 terminó para la Selección Argentina y dejó mucho análisis por hacer luego de las dos rondas con un total de ocho partidos disputados, tres victorias y cinco caídas.

El equipo que dirigió Julio Velasco terminó en la 13° posición después de una campaña en la que perdió con Bélgica (1-3), Italia (1-3), Japón (2-3), Serbia (0-3) y Francia (1-3) y venció a Dominicana (3-0), a Eslovenia (3-2) y a Polonia (3-2). En el repaso estadístico respecto de anteriores mundiales, Argentina quedó en rondas similares a 1998 y 2006 (13°) y 1994 (11°), siempre relativizando la ubicación final por los diferentes sistemas de competencia.

En la primera ronda clasificó con un tercer set agónico ganado a Japón, pero el sistema de competencia que priorizaba cantidad de partidos ganados y además tenía arrastre de puntos lo dejó con una misión casi imposible para la siguiente fase de acuerdo a cómo habían clasificado los otros 15 equipos. Dato irrefutable: Argentina acumulaba ya 3 caídas y había perdido puntos demasiado valiosos en el camino. En el máximo de sus aspiraciones, 3 ante Bélgica, 2 ante Japón, 1 frente a Eslovenia y, por qué no, 1 ante Italia.

Lo cierto es que ese debut con Bélgica con caída 1-3 no era lo que se esperaba. “Será un partido fundamental”, decía Julio Velasco en la previa. Y vaya que lo fue. Esa derrota sin puntos terminó complicando no sólo la estadística sino que también minó la seguridad del equipo, que sufrió el coletazo incluso en el primer set del juego siguiente ante República Dominicana. Bélgica terminó con 3 triunfos en el Grupo A y terminó complicando a Brasil en la segunda fase. Argentina resignó buena parte de sus chances estadísticas en ese partido.

Japón 2006 mostró una situación similar. Argentina perdió el primer partido ante Puerto Rico (un rival más débil que Bélgica) y complicó todo su Mundial, sobre todo en el aspecto del juego y la solidez de equipo. También es cierto que los arranques de 2010 y 2014 ante Venezuela resultaron algo más accesibles en la práctica como primer paso de un Campeonato Mundial.

No fue el inicio esperado, por el resultado y el nivel. Después, el equipo argentino demostró ante Dominicana y Eslovenia algunos buenos momentos, pero con el sello de la irregularidad como una constante, con picos altísimos de rendimiento y momentos de incertidumbre que quedaron expuestos ante el gran nivel mundial. Es cierto que Argentina rindió una prueba de carácter ante Eslovenia, sorteando un duelo complicado con triunfo agónico. Es cierto también que ante Japón, lejos de su mejor rendimiento, remontó una desventaja de 8 puntos para conseguir el 2-1 y la clasificación a la siguiente fase, con aspectos épicos que quedaron desdibujados ante la derrota final, que fue el empujón casi definitivo a una segunda ronda con chances sólo milagrosas, dados los rivales que esperaban.

Terreno hipotético: Argentina, dentro del camino esperado, en lugar de pasar con 2 triunfos y 6 puntos podría haber avanzado con 4 victorias y 11 puntos (3 de Bélgica, 2 de Japón, incluso 1 de Italia, o un triunfo sin dividir ante Eslovenia); mejor que Eslovenia, Bélgica, igual que Brasil, Holanda, Francia, mejor que Canadá y Rusia, a 1 de Serbia, 4 arriba de Australia, igual que Irán, por encima de Bulgaria y Finlandia.

En el medio de esos encuentros, el partido contra Italia. Allí la Selección cayó de pie en medio de la polémica arbitral en su mejor desempeño hasta el momento y frente a uno de los equipos que ahora ya está jugando las instancias finales. El 22 iguales, el fallo polémico, la chance de poner 2-1 el partido, de sumar 1 punto, de quién sabe qué… Allí Argentina mostró su mejor nivel, ante un rival clásico al que le había ganado esta temporada en la VNL en San Juan.

Pero después, otro día de sensaciones encontradas. El partido contra Japón selló la clasificación argentina al ganar el tercer set y quedar 2-1 arriba en un encuentro que terminó con la derrota en tie break, otra vez en el terrero de la irregularidad. Ese resultado, además, significó ir a la segunda ronda a soñar con muchas cuentas y 3 resultados tan necesarios como difícilmente esperables en serie ante Polonia, Serbia y Francia.

Golpeado y otra vez frente a una potencia, Argentina jugó un partidazo contra Polonia y le ganó al campeón del mundo. Como ante Italia en la VNL y en el Mundial, parecería que la Selección juega más cómodo contra los favoritos que como candidata o incluso en terreno de paridad. Otra situación con difícil solución, la de ratificar cierto grado de superioridad.

Tal vez ante Polonia Argentina salvó su Mundial. Enamoró en su recuperación, se sobrepuso a fallos arbitrales y a lesiones de jugadores que fueron claves en la recuperación. Con el 11-14 en el tie break arrancó una historia aparte, la más hermosa del Mundial. Remontada memorable y triunfo para el recuerdo ante un campeón del mundo, en TV a todo el país, con memes, tweets y videos virales, #Pedichallenge y pico de rating incluido cercano a los 3 puntos. Una bocanada de aire fresco que puso al vóley en lo más alto, trascendiendo las fronteras del público tradicional.

No pudo esa inercia consolidar el mejor rendimiento del equipo, siquiera apuntalar la búsqueda de una clasificación milagrosa. Serbia marcó condiciones, a pesar de momentos de paridad, y Argentina perdió chances de recuperación en el marcador sin sellar momentos de buen trabajo. Serbia pasó además claramente entre los 6 mejores y promete ser animador del torneo hasta el final, lo que además pone en contexto la dimensión del rival.

Luego Francia fue el primer partido para una Argentina sin chances. Uno de los equipos con mejor juego en el mundo defendió y contraatacó con maestría para superar a una selección nacional que remontó el tercer parcial pero que rápidamente (dato estadístico para consolidar una constante) perdió chance en el 0-4 del inicio del cuarto set, como una demostración cabal de lo difícil que resultó el camino de la consistencia a lo largo de un partido, a lo largo de un torneo, a lo largo de una temporada.

En el haber quedará el aporte positivo de los recursos de un plantel que, alternativamente, supo dar respuesta a situaciones de juego. Todos debieron aportar. Argentina cambió mucho, Velasco cambió mucho, y allí se demostró la importancia de una lista versátil, con cambios de roles y recambio de nombres. La recuperación en momentos de crisis estadística sumó ilusión, pero al mismo tiempo demostró la distancia entre los sueños de clasificación a la ronda de 6 y la realidad del partido a partido del equipo, cada vez más lejos de ese sueño en un torneo cuyo sistema igualó (incluso privilegió) un triunfo de primera ronda ante uno frente a las potencias de segunda ronda.

Nombres propios que se hicieron cargo del equipo, apariciones que ilusionan en cuanto a continuidad y muchos aspectos para evaluar a futuro. La solidez en la gestión, imagen habitual en los mejores momentos del ciclo Velasco, fue esporádica. Argentina defendió por debajo de sus posibilidades desde el primer partido ante Bélgica y, tomando esas situaciones de defensa, sufrió para aprovechar acciones de break ante Italia y Bélgica, por ejemplo. Cuando  lo logró, caso Polonia, terminó con triunfo con más cantidad de punto de contra que su rival.

También la falta de precisión para presionar con el saque cercenó posibilidades. O los errores, o la falta de presión marcaron dificultad en repetidas secuencias en cada partido.

Así como alguna vez Argentina, en la era estadística de Velasco, marcaba mejores números con pelota separada que con pelota perfecta en recepción, en este Mundial no pudo estabilizar el pase en la cabeza de sus armadores. Claramente mostró dos imágenes, con pelota buena y con pelota separada, pero sobre todo en los duelos ante bloqueo agresivo (Bélgica, Serbia) o defensas intensas, el último caso ante Francia o previsiblemente Japón, el camino fue cuesta arriba.

Resultó llamativo cómo Argentina, a pesar de todas esas dificultades, algunas de arrastre, otras que aparecieron, muchas de ellas vinculadas a la falta de confianza y al apremio del resultado y la clasificación, pudo de todas maneras luchar para superarse, trabajando mucho más fuerte en una batalla ante sus propios obstáculos que ante el rival de turno. Para resumir: con la fuerte brecha entre sus posibilidades y lo que mostró en cancha, Argentina mantuvo ilusión numérica hasta el partido ante Serbia, habiendo sido de su propia responsabilidad no poder jugar con mejores números en la tabla durante todo el torneo.

 

 

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