SV Historias: La decisión que le abrió a Camila Jersonsky las puertas del mundo

by Sergio Lopez
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Ocho años atrás, Camila Jersonsky le contaba a Somos Vóley cómo y por qué decidía unirse al vóley universitario de Estados Unidos. Aquella decisión, que era parte de la construcción de un futuro, la llevó por un camino que trajo aparejado un sinfín de cosas y hoy, ocho años después, ella se prende a armar la secuela, el Capítulo II de la historia.

Antes del relato, el contexto: en agosto del 2010 se incorporó a la Auburn University, de la ciudad homónima del estado de Alabama, fundada en 1856 y que en otoño de 2017 registró casi 30 mil estudiantes. Allí pasó cinco años combinando vóley y estudio, hasta su graduación en mayo de 2015, pero la cosa no terminó ahí. Tras terminar la carrera de Ingeniería Eléctrica, se quedó en Estados Unidos y es desde allí, en una escala en el aeropuerto de Atlanta, que retoma su historia.

“Cuando llegué, pensaba que el vóley iba a ser la parte fácil y que estudiar iba a ser lo difícil, pero fue totalmente al revés”, devela y refuerza: “Estados Unidos tiene una de las mejores selecciones del mundo y es porque tiene toda esta cuna de vóley universitario detrás. No vi equipo que no tuviera al menos una o dos chicas increíbles.”

De acuerdo a las reglas que rigen la competencia universitaria, el atleta puede disputar cuatro temporadas en un periodo de cinco años. Jersonsky jugó sus cuatro ciclos en forma consecutiva, desde el 2010/2011 hasta el 2013/2014, y el último año antes de su graduación lo dedicó al estudio. De ese trayecto, recuerda: “El primer año fue el único en que Auburn llegó al torneo nacional; cada equipo juega en su conferencia en la temporada regular y luego los mejores, por un método de selección no muy objetivo, van al nacional. En el último año que jugué también nos fue muy bien y creo que teníamos méritos para pasar, pero no nos tocó.”

En paralelo con el logro y el desarrollo deportivo, se formó académicamente e incluso creció en lo cultural, en todo lo que trae consigo el vivir en un país distinto al propio. “Venir a Estados Unidos me abrió las puertas del mundo”, sintetiza, con fuerza de título, y desarrolla: “Encontré otra forma de vivir y ahora siento que tengo dos casas, una en Argentina y otra en Estados Unidos. Abrí mi cabeza a otras realidades, pude viajar y conocer un montón. Tomé la decisión de no jugar en forma profesional, algo que es posible, por lo que terminé la universidad y conseguí trabajo en una empresa cerca de la universidad, en donde estoy hace tres años.”

Seductor, sin dudas. Ese adjetivo surge casi por accidente en el diálogo y ella, la Colo, se encarga de desmitificar el escenario. “Esa fue mi experiencia, pero acá hay varias divisiones y en cada una de ellas hay distintas presiones, expectativas y realidades”, dice. Se refiere a un mapa de competencia que ya existía hace ocho años, pero que ahora es cada vez más amplio: hay tres estratos denominados NCAA (repartida a su vez en tres divisionales), NAIA y los Junior Colleges, y en todos, salvo la división III de la NCAA, hay programas para incorporar gente del exterior. En limpio: “En División I, que es lo que jugué yo, el nivel es alto, pero con ser un atleta federado y tomarse el vóley en serio, este es un camino que se puede intentar.”

¿Y cuál es la vara con las otras exigencias de afrontar una carrera en otro país? “Para el nivel de idioma, tenés que pasar el TOEFL, un examen para gente que no tiene al inglés como primera lengua. Alguien que rindió el First Certificate lo puede pasar sin problemas. Y en cuanto a nivel académico, hay un examen de admisión (SAT o ACT) que se usa para todas las universidades, pero cada una pide un mínimo de puntaje distinto, es decir que en definitiva depende de a qué institución quieras entrar. A mejor universidad, más alto el resultado que necesitás”, explica.

Tanto le cambió la vida la experiencia universitaria que, además de permanecer en suelo estadounidense, Camila decidió acercar ambos horizontes. Una suerte de cadena de favores que no sólo se trata de detallar el abanico de posibilidades, sino de acompañar en el camino desde el conocimiento. “Cuando estaba en Argentina, esto no me lo había planteado ni loca. Se presentó por conocidos que tuve, pero si no hubiera pasado eso, no lo hubiese sabido. Y es algo que es posible para cualquiera que sea serio, con un poco de trabajo e investigación”, asegura.

El proyecto al que se unió se llama “Sports 4 Education” (https://sports4education.com), integrado e impulsado por “un grupo de chicos de varios deportes que ya hicieron el camino y pueden aconsejar desde la experiencia”, según las palabras de Jersonsky, que profundiza: “La idea es guiar a la persona por el proceso de venir a Estados Unidos, desde la elección de la universidad y la búsqueda de la beca hasta el cumplimiento de todos los pasos administrativos y los papeles. Es algo un poco intimidante para el que tiene que hacerlo por sí mismo.”

“Se trata de que a la persona le guste la universidad y se adapte a sus necesidades, y también que a la institución le interese incorporarla”, agrega. Un rol de facilitador, básicamente, para que una decisión tan trascendente como esta sea realmente para lo mejor. Y también para que llegue a todo aquel que tenga interés, porque no hace falta ser de Selección como Gonzalo Quiroga, Kathia Rud (que recorrió el camino junto a Jersonsky en Auburn), Sol Calvete, Bárbara González o Candelaria Herrera, por mencionar algunos nombres, para ir por “el sueño americano”, como dicen por allá. Hace falta, más que nada, algo que tenemos de sobra: pasión.

Sergio López
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