Un argentino, en la casa de Babel del vóley gallego

by Sergio Lopez
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La nota, y la creatividad sobre todo, le pertenecen a La Voz de Galicia, diario español que atrajo la mira de Somos Vóley porque por allí anda otro de nuestros «argentinos por el mundo». A continuación, el artículo que habla sobre la pintoresca actualidad de Kevin Iurisevich, hoy jugador del Club Deportivo Aldebarán San Sadurniño.

Dos brasileños, un ruso, un argentino, un andaluz y un gallego. No, no es el inicio de ningún chiste. Son las nacionalidades de los seis jugadores del Intasa San Sadurniño, equipo de la Superliga Masculina 2 de voleibol, que conviven bajo el mismo techo. Desde hacia varias semanas, cuando iniciaron la pretemporada, su vida transcurre entre el pabellón y la casa de campo, cedida por el club y ubicada cerca del núcleo de un municipio que no supera los 3.000 habitantes. «Lo poco que hay ya lo conozco», comentaba unas horas después de llegar, el pasado 20 de agosto, Vitali Kobzev (Moscú, 23 años), que se trasladó de niño a Motril y tiene un marcado acento andaluz. El sur es el punto cardinal protagonista en la vivienda, aunque es de España en el caso de Andrés Portero (Almería, 26 años), de Galicia en el de Pablo Parga (Ourense, 40 años), y de América en el de Saulo Costa (São Paulo, 29 años), Renato Mendes (Río de Janeiro, 22 años) y Kevin Iurisevich (Buenos Aires, 26 años).

El jugador gallego abre la puerta de la casa a La Voz. En la cocina suena Pablo Alborán y no es difícil adivinar que es Andrés el que está desayunando. «A uno le gusta la cumbia, a otro el reguetón, a otro la música más romántica, a otro la electrónica…, pero nos llevamos bien», dice el almeriense. «La suya es la peor», le responde Vitali. Esa mezcla de gustos y buen ambiente es la que se percibe en la humilde casa nada más entrar. En el exterior, al lado de la leña que usarán para calentarse en el invierno, cuelgan las camisetas recién lavadas, al igual que en el interior, en una antigua cuadra, donde también hay una mesa de pimpón. «Todo es tranquilidad», asegura Kevin.

Comida diaria en un mesón
«Nos levantamos temprano», empieza a explicar Andrés la rutina diaria, pero los otros cinco no aguantan la risa. «Bueno, hay que definir el concepto de temprano, depende del país en el que estemos», apunta Kevin. Después de la pausa, el almeriense continúa. «Solemos ir al gimnasio a entrenar por las mañanas, nos duchamos en el pabellón y luego vamos a comer a A Granxa, un mesón de San Sadurniño. Descansamos un rato, tomamos un café y volvemos a entrenar. De noche vamos a la habituación o charlamos en el salón».

Los vecinos, aficionados a un equipo que ganó la Copa Príncipe en el 2016 y lucha cada año por el ascenso, los acogen como a seis paisanos más. «El cambio de una gran ciudad a aquí es grande, pero estoy contento, y la amabilidad de la gente, cómo te acogen, cómo te arropan, es increíble. Los primeros días íbamos a una cafetería y ya sabían quiénes éramos», resalta Vitali. Alguno, como Saulo, que ya lleva varios años, incluso piensa en mudarse. «A mí me encanta vivir aquí. En el futuro, si tengo medios y puedo, seguramente me compraré una casa en San Sadurniño, porque fue el pueblo que me trajo de Brasil y es un lugar en el que me siento muy a gusto», concluye.

«En Río hay gente gritando, muchos coches y esto es tranquilo, no tiene nada que ver»
De ciudades inmensas como Río de Janeiro, São Paulo, Buenos Aires o Barcelona a San Sadurniño. ¿Por qué? Al carioca Renato Mendes lo convenció el capitán del equipo, Uxío García. «Me invitó a jugar en un lugar inusitado y acepté ese desafío», explica el jugador que, está claro, nota «mucha diferencia» con Río. «Aquí la vida es mucho más tranquila. Allí se escucha a gente gritando, a los coches, y esto no tiene nada que ver. Además, es más seguro», añade Renato, que habla con los vecinos y «les gusta mucho el vóley».

Estas sensaciones son las mismas que las de Kevin, que llegó este año de la capital argentina arrastrado por su amigo Saulo. «Aquí se vive de otra manera. Es fabuloso el afecto de la gente, la disposición y la predisposición de la directiva, el cuerpo técnico y los jugadores», valora el receptor, que tiene «una nueva familia» en casa. «La estamos creando y por ahora somos seis. Después la forman el resto del equipo y, en última instancia, todo el pueblo», subraya Kevin.

«Todos se portan bien»
El que ejerce un poco de padre es el ourensano Pablo Parga, que además de jugador ayuda al nuevo entrenador del equipo, Charly Suárez, ex del Dumbría. «Algunos ya me llaman papi -bromea-. Todos se portan bien, no hay ningún problema. Son gente joven, sana, que tiene ganas de jugar y de entrenar», destaca. Más allá de la convivencia, los integrantes del San Sadurniño tienen claro que lo principal es «pelear e intentar ganar todos los partidos posibles», con el ascenso de nuevo como objetivo. Aguardan salir por la puerta grande, algo más, si puede ser, que la de su nueva casa, donde la mayoría se tienen que agachar -miden entre 1,84 y 1,98 m- al despedirse de La Voz.

Nota original:
Álvaro Alonso – La Voz de Galicia

 

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