Vóley y religión: Gustavo Palomeque, el cura que juega y se apasiona con el vóley

by Eugenia Candal
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En el ambiente del vóley ya se hizo conocido. No sólo por su historia, sino también por su calidez y solidaridad. Gustavo Palomeque es cura, pero también dedica su tiempo al vóley. Y, por supuesto, no quiso perderse el Sudamericano Juvenil en Bariloche donde además pudo compartir momentos con los chicos, les regaló una medallita y ellos salieron campeones.

Él mismo se encarga de contar cómo fue esto que en medio de su camino religioso se encontró con el vóley y nunca se separó: «Cuando estaba en quinto año de la secundaria en el internado, estábamos en época de exámenes y al director se le ocurrió que como estábamos bastante tensionados, después de la cena los que quisiéramos podíamos hacer media hora de vóley o fútbol, y ahí fue cuando empecé a jugar. Era un secundario que compartíamos con chicos que veíamos la posibilidad de ser sacerdotes en el futuro, entonces ahí se empezaron a cruzar el deporte y la vocación».

«La experiencia de Mar del Plata y Chapadmalal, los torneos y las Copas me sirvieron como experiencia, eran un espacio para compartir con los chicos y después estando en La Pampa, compartía con jóvenes y adultos del pueblo entrenamientos y partidos», relato Palomeque en la previa de unos de los partidos de Argentina en el estadio de Bomberos y completó: «Siempre llamaba la atención que un cura estuviera jugando al vóley junto a otras personas. Yo a veces les respondía en chiste que la vida estaba tan dura que con un sólo trabajo no se podía vivir y que entonces yo era cura y jugador de voley (risas). Me llamaba la atención la sorpresa de la gente al ver que alguien siendo cura pudiera disfrutar del vóley o alentar, hacer bromas… También tenía un lindo vínculo con los papás de los chicos y sobre todo con los chicos de las selecciones premenores y menores de la Selección (entrenadores, árbitros)».

Sin dudas, religión y deporte van de la mano y este cura que se volvió fanático del vóley explicó cuál es el punto en común: «Creo que una de las cosas hermosas que tiene el vóley es la experiencia del juego en equipo: salimos adelante juntos, no hay que culpabilizar sino superarse, que el aliento del de adentro y el de afuera valen igual, el ir para adelante, sumar, no pensar en el pasado y lo negativo, sino en lo que se viene. Es la misma base y el mismo mensaje de la religión. Creo que no hay espiritualidad más linda que el amor a la vida, sentir que lo que me hace feliz y te hace feliz, nos hace felices juntos; el esfuerzo, el sacrificio; particularmente en el vóley, no basta con que haya un chico que se destaque, sino que el equipo es necesario, me parece una hermosa combinación».

En Bariloche, Gustavo se acercó a uno de los entrenamientos del seleccionado argentino y les dejó una medallita a cada uno de los chicos para que los acompañe en el camino final en el Sudamericano: «Siempre que puedo les acerco una medallita de Don Bosco y de María Auxiliadora a los chicos. De Don Bosco porque fue un cura que siempre creyó que en cada chico hay siempre algo de tesoro, de diamante, una estrella que tiene que ser acompañada para que germine, crezca, brille. Él es el patrono de los magos porque aprendió prestidigitación y equilibrio para acercarse a los chicos. Yo le pedí a Dios que bendiga la magia de nuestros jugadores, eso que cada uno tiene de especial. La medalla de María Auxiliadora es porque todos sentimos lo fuerte que ella es, para los creyentes ella es la madre, la educadora, la amiga y la compañera de caminos».

Gustavo Palomeque protagoniza una de esas historias de color que dejó el Sudamericano en Bariloche y, al mismo tiempo, dejó más de una lección y la certeza que el vóley y la religión tienen más puntos en común de los que cualquiera hubiese pensado.

María Eugenia Candal
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